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LaAbubilla

Aquí fuera, te está esperando muchísima gente que te quiere

Querid@ amig@: Sé que estás atravesando un momento muy complicado en el devenir que ha llevado tu vida, y que eso mismo puede estar haciéndote pensar en este mismo instante en el que lees esta carta, que te encuentras sol@ ante esta situación que jamás hubieras imaginado. Pero te aseguro que no lo estás, no se te ocurra pensarlo ni sentirlo porque no estás sol@. Aquí fuera, te está esperando muchísima gente que te quiere; que necesita, como agua de mayo tan bienvenida, estrecharte fuertemente entre sus brazos, sin soltarse ya jamás. Piensa en los besos que estás guardando en tu interior, como si fueran oro en paño, para podérselos dar sin demora a toda tu familia; piensa en ellos, porque te anhelan y te esperan como nunca hubieran podido presagiar. Tu familia está deseando verte, escuchar de tu propia voz, aquella que ha clamado en avatares que ellos quizá nunca tengan que presenciar, tus maravillosas palabras que, aunque a veces parece que no quieran escuchar, de verdad están latiendo con energía dentro de sus retumbantes corazones. Desean seguir compartiendo contigo aquellas tardes interminables de domingo, con el sol irradiando bellos haces de luz a vuestro alrededor; desean contarte tantas cosas que, en este ajetreado ir y venir en que vivimos, las olvidaron en el tintero, pero las están reservando para transmitírtelas enseguida; desean tanto acariciar tus mejillas y decirte que ya todo pasó, y que vais a seguir cuidándoos y mostrándoos el gran cariño y amor que sentís unos por otros, que quieren decírtelo cada día mientras un vigoroso y rotundo amanecer aparece en el horizonte, tiñendo con su destello vibrante una hermosa franja del cielo; y desean, por encima de todo, secar con sus dedos esas lágrimas que, aunque las estés ocultando, saben que te es inevitable derramar en esa habitación aislada; sin embargo, yo sé que es algo también natural si necesitas desfogar, de vez cuando, tus emociones, para lanzarlas fuera y para coger el bastón de la fuerza y la voluntad, guiándolos lejos de esos temores que te oprimen, porque muy pronto esa habitación significará para ti el pasado superado, como si hubieras dormido bajo los efectos de un mal sueño; sí, ya sé que lo sientes como si una pesadilla real te traspasara. Te diré que no es así, muy pronto el vacío de tu corazón se tornará en auténtica alegría al reunirte con tu familia, san@ y habiendo superado esta enfermedad, de la que vas salir, nunca lo olvides, tú saldrás y sanarás y, además, lo harás con un espíritu totalmente fortalecido y rejuvenecido a su vez. Estoy convencida de que, ahora mismo, estarás pensando: “¿Qué sabrá de mí ni de mi familia, si esta persona que me habla, no me conoce en absoluto?” ¿A que se te ha pasado por la cabeza esta pregunta en algún momento de esta inusual misiva que te envío? Supongo que sí y si lo has llegado a pensar, no te quito la razón; tienes toda la del mundo. Pero es que todas las personas estamos viviendo días extraños, antes desconocidos, y aquí fuera de la habitación en la que te alojas (por supuesto, dentro de nuestras casas), también las cosas parecen lucir con distinto color del habitual estos días; algo normal dadas las circunstancias en las que nos encontramos. Por ello, decidí mandarte esta carta envuelta en grandes dosis de ánimo y lucha, aunque no nos conociéramos antes; al fin y al cabo, somos humanos porque sabemos compartir el afecto, que es aquello que se remueve dentro de nosotros mismos e, incluso, aunque no nos conozcamos y tenga que ser a través de la distancia. Quizá esté escribiendo demasiado y estés cansándote de leer; si es así, continúa pasado un rato, porque solo el pensar en ti, me hace no parar de escribir, amontonándose las ideas en mi mente y con los pensamientos arremolinándose en mi cabeza. Y es que he empezado esta carta como si fueras alguien extraño y, sin embargo, ahora que llevo un rato escribiéndote, me doy cuenta de la necesidad que tenía de ponerme en contacto contigo y de hablarte, porque ahora te siento en mis adentros como si, realmente, quizá en otra vida anterior nos hubiéramos conocido personalmente. Prosigo, pues. Quería contarte los días que recuerdo con mi abuela, porque, a lo mejor vivisteis tiempos similares. Ella me contó muchas cosas terribles de las que tuvisteis que ser testigos. Sé bien cómo y de qué manera sobrevivisteis a aquellos años de hambre que nosotros, las siguientes generaciones, ni siquiera nos podemos hacer a la idea, ya que tuvimos la fortuna de nacer en unos años sin penurias y sin tener que utilizar el ingenio constantemente. Pero no quiero que olvides que todo ello es gracias al encomiable esfuerzo que hicisteis por todos nosotros, vuestra increíble generación lo hizo posible. Sois la radiante rama de la que hemos brotado y estaremos siempre a vuestro lado, nunca estaréis sol@s, ni se te ocurra pensarlo un segundo. Con respecto al crudo pasado que tuvisteis que afrontar, ¿has pensado estos días en ello, has pensado que eres un@ auténtic@ superviviente de las décadas grises de la calamidad? Si de verdad no se te había ocurrido, reflexiónalo un instante. Te ha tocado vivir un tiempo mucho peor que el que ahora te acontece, y, claramente, lo superaste entonces y lo superarás ahora. Porque tú eres un@ superviviente nat@, y tienes dentro de ti una fuerza de voluntad inmensa y un ánimo de superación todavía mayor si cabe. Enseguida te dejo descansar, pero ahora me encantaría que hicieras un ejercicio visual por mí. Observa la pared de tu habitación. Ahora, cierra los ojos con cadencia, lentamente, siente cómo tus párpados bajan. Imagina, porque la imaginación compone los senderos relucientes de la magia. Intenta observar cómo se perfila en tu mente una imagen que te iré describiendo: ¿No se está convirtiendo ese fondo blanco en una hilera de altos trigales, centelleando con sus mechones rubios al compás de los rayos estivales? Mira allí, en ese espeso bosque, escucha, tras todas esas frondosas ramas entrelazándose entre sí, ¿no oyes la sinfonía del ruiseñor colándose entre los nuevos brotes que han renacido en primavera? Mira ahí, en la orilla del río, ¿no te acuerdas cuando jugabas allí y te bañabas, y la blancura transparente con la que la luz se reflejaba, formando ondas en la superficie de aquellas aguas tan puras, que parecían cristales rodando sobre el cauce del río? Siempre que te apetezca pintar la pared de otros colores, dotarla de viveza con los luminosos tonos del arco iris, cierra los ojos y ponte a imaginar ese mundo lleno de color y naturaleza; ese mundo de tu infancia o de tu juventud en el que, a pesar de todas aquellas dificultades, había días en los que la felicidad anidaba en tu interior. Me voy a despedir ya, no sin antes decirte que vas a ponerte bien, muy muy pronto. Confía y hazme caso, ya lo verás. Un fuerte abrazo,x

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